domingo, 7 de abril de 2019

Poemas de Martín Cardozo


       Martín Cardozo es un joven que reside en Villa de Mayo partido de Malvinas Argentinas. Amante de la literatura, se destaca por ser un prolífero compositor de rap, además de escribir poema y cantar. Sueña con ser profesor de lengua y literatura e inculcar en otros jóvenes la pasión por la lectura y el arte.
A continuación, se presentan algunos de sus poemas si te interesa conocer más sobre sus producciones, al final de estos poemas están los datos que te permitirán tener acceso a las mismas.
¿Adicción?
Se me hace raro que la gente diga: “Soy adicto a vos, soy adicto a tu cuerpo, tu forma de pensar, a tu forma de ser, adicto a tus besos…”
Dicen ser adictos a una persona como si se tratara de un objeto. De cuando estuve enamorado nunca sentí eso a que llaman adicción. Tuve unos ojos cafés que me causaban insomnio, pero nunca adicción.
Ella fumaba, tomaba y reía mientras bailaba. Ahora tengo adicción al alcohol y borracho ponerme a escribir. No puedo dormir si es que no fumo y bailo fingiendo una risa. Ya no se qué tan real era yo con ella. Es de ignorante decir que ella era mía pero tengo que admitir que me sentía suyo. No soy adicto a nadie pero tengo sus adicciones. Pero que mierda todo esto.
Al menos ya di el primer paso: Admitir que tengo una adicción
                                                            
                                                                   Autor: Víctor Martin Cardozo

                                                           (Nos)talgia
 Juro que cada vez que escribo solo me salen versos tristes. Inconscientemente, les soy sincero.
 De que la extraño, de que me acuerdo, de que estoy vivo o de que estoy muerto.
 Pero ¿extrañar a quién? Si hace años no siento nada por nadie
¿Acordarme de qué? Si me olvido de todo
¿Vivo? ¿Muerto? Esto es solo existir porque sigo experimentando el hecho de vivir.
 Reflexiones mil veces para saber qué pasa.
¿Es alfo que falta? ¿Esto es mío o se contagia?
“Como extraño tu perfume y tu sonrisa que da magia”
¿Sera verdad? ¿o solo estoy enamorado de la Nostalgia?

                                                              Autor: Víctor Martin Cardozo

Desconfianza
         Desperté amarrado a un asiento en un cuarto totalmente oscuro, raramente estaba tranquilo. No me preocupé por querer salir porque estaba tranquilo. Comencé a escuchar unos pasos a lo lejos con un eco desesperante, pero yo seguía tranquilo y sin ver nada. Esos pasos se detuvieron a unos metros míos y de repente unos reflectores apuntaron a una persona que estaba ahí parada. Era un hombre de traje con sombrero, casi parecido a un showman. Ese sombrero impedía que le viera los ojos, pero sí podía ver su sonrisa, una sonrisa desesperante para cualquiera menos para mí, porque yo seguía tranquilo.
         Él se mantuvo estático durante unos minutos sonriendo y sin decir una palabra. Yo pude haber dicho algo para cortar ese momento tan tenso, pero decidí permanecer callado. Él levanto su mano izquierda, señaló al techo, respiró hondo, me apuntó, hizo una pausa en silencio y dijo:
         -¡MARTÍN!, ¿cómo estás?, ¿estás bien?, ¿tenés sed?, ¿sueño?, ¿hambre?... ¿Dudas? Perdón si no te avisé que te traje, pero en fin ya estás acá. Quería hablar con vos, con vos y tu ingenuidad. Siempre invitas al lobo a comer a tu casa. Le das ese plato de comida caliente que servís mientras ellos te dan su sopa fría. Cuando tenés un nudo en la garganta, te dan de beber un trago amargo que te quema el estómago. Tranquilo, -yo seguía tranquilo- no confíes en nadie porque esto es un carioca y ya todos tienen máscaras. ¿Me vas a decir que nunca te fallaron? ¿Cuántas veces ayudaste a ese amigo? Ese no va a estar cuando sean las doce de la noche y no puedas dormir. Si los amigos se cuentan con los dedos de una mano entonces yo prefiero ser manco.
         Él siguió hablando sobre engaños y desconfianza, pero me dispersé mirando cada gesto que él hacía. Moviéndose de acá para allá sin mirarme o eso creo porque seguí sin ver sus ojos. Yo interrumpí su monólogo diciendo -Disculpá, pero no sé quien sos, ¿cómo puedo llamarte? -
A lo que él me contesto:
 -Presentador, decime así.
         En ese momento, la habitación comenzó temblar, pero yo seguía tranquilo, él empezó a gritar - ¡VOS TRAQUILO QUE TODO VA Y VIENE, LO LLAMAN KARMA, VIDA O DIOS!
         No entendí porque dijo eso pero no me importó ya que de su bolsillo sacó un perro que todavía era cachorro. Lo dejó en el suelo y le dio de comer.
-El perro no muerde la mano del que le da de comer- dijo. Así como si nada el cachorro comenzó a crecer en segundos hasta ser adulto. Se encrespó, el perro comenzó a ladrar y estaba listo para atacar al presentador. Pero antes de que el perro se abalanzara, el presentador le dio una patada en el hocico tan fuerte que hasta a mí me dolió.
-¡PERRO QUE LADRA, NO MUERDE! Martín, el que avisa no traiciona.
         El temblor siguió y comenzó a caer una espuma desde el techo. El presentador saltaba de la alegría y comenzó a decirme:
 -Ahora viene mi parte favorita del show: cuando empiezan los efectos especiales van a volarte la mente. Vas a quedar idiota con estas cosas.
         La habitación se volvió cada vez más larga y angosta, con mucho más eco y más luz. Lo negro empezaba a ser blanco, la espuma más espesa y el temblor más fuerte. El presentador se fue alejando al mismo tiempo que se volvía más loco y desesperante.
         Yo ya dejé de estar tranquilo, me asusté. Ahora sí estoy buscando la forma de poder zafarme de acá. El presentador seguía saltando y gritando a lo lejos. Todo a mí alrededor colapsaba y la espuma llegaba a mi cuello. Cuando pude liberar mi brazo izquierdo todo se tornó oscuro nuevamente, pero volvió la luz de inmediato. Me asusté porque tenía al presentador cara a cara y, tomándome del cuello, dijo:
 -VOS TRANQUILO MARTIN, VOS TRANQUILO.
         La luz me cegó pero cuando pude aclarar la vista me vi con un chaleco de fuerza. Estaba convulsionando y largando espuma por la boca mientras que mi brazo izquierdo me arrancaba los cabellos de la cabeza. Sonaba una alarma al lado mío. Había enfermeros sosteniéndome y una enfermera a punto de aplicarme una inyección diciendo:
-Vos tranquilo Martín, vos tranquilo…
         Volví a despertarme amarrado a un asiento en una habitación oscura y yo sigo tranquilo.

                                                                 Autor: Víctor Martin Cardozo

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