Situación
de la Mujer en España durante la Edad Media.
Si analizamos con una mirada crítica el
comportamiento social de las comunidades a través de los diferentes procesos
históricos, observaríamos como los sectores de poder organizaban la vida
social, determinando lo permitido y lo prohibido.
Desde finales de la Temprana Edad Media y
durante la Alta Edad Media, la Iglesia católica y especialmente el Papa se
transformaron en autoridades indiscutidas. Su participación regulaba la vida
política, social, económica y cultural de las personas. Si nos limitamos al
territorio español esa comunión entre la iglesia y la comunidad civil era aún
más estrecha. Dentro de este contexto analizaremos la situación de la mujer en
tierras hispanas.
La mujer española durante la Alta y la Baja Edad Media vivía en una sociedad de neto corte patriarcal, en donde todo tipo de actividad que realizaba lo hacía bajo la atenta mirada de su marido o padre y ajustándose a las normativas determinadas por el poder religioso y el poder civil. El trabajo, la vestimenta y la vida social de la mujer se ajustaban a un riguroso protocolo.
Las mujeres que desarrollaban actividades
laborales sólo lo podían hacer en talleres o negocios de sus maridos, con la
protección y tutela del mismo. La
vestimenta debía ser lo más austera posible, no podía mostrar determinadas
partes del cuerpo; cuello y tobillo. Mostrar partes prohibidas era motivo de
descalificación social y de ser acusada de provocar a los hombres. El vestido
era un símbolo que indicaba el estatus social, si la mujer era casada, soltera
o viuda.
El paseo por la villa o la asistencia a misa
estaba permitido si lo realizaba con su marido. Dentro de este marco
restrictivo, el casamiento era un contrato comercial-social entre el padre de
la familia y el futuro esposo, en donde la mujer no tenía voz ni voto. En los
sectores pobres, el casamiento era la única salida para no caer en la
prostitución. El cuerpo femenino era propiedad del conyugue. Los padres de la mujer tenían el deber moral
de cuidar la virginidad de sus hijas hasta el casamiento, en definitiva, la
virginidad era considerado un bien sagrado.
Si quisiéramos hacer una pintura del ideal de la mujer de la Edad Media en España no pueden estar ausentes estas características; “buen linaje, hermosa, rica y bien acostumbrada”. El término bien acostumbrada hace referencia a ser sumisa, reservada, sobria y discreta. Era educada en el trabajo de la aguja una forma de ocupar la mente y que los malos pensamientos no la invada. Hay otra característica que también merece ser analizada para ver el nivel de exclusión social y de inferioridad en la que se encontraba la mujer. Ser hermosa entre los nobles tenían un valor económico y social impresionante. La belleza permitía conseguir con mayor facilidad marido. Se suponía que una mujer bella tendría hijos bellos. Pero la presión social no terminaba allí con respecto a la belleza femenina, pues esta era considerada un freno a la infidelidad del hombre. La iglesia condenaba el adulterio como un pecado mortal, por lo tanto, la mujer era determinante para que el marido no peque.
La estructura mental de la sociedad medieval española responsabilizaba a la mujer hermosa de provocar deseos lujuriosos en los hombres y de la envidia que generaba en otras mujeres. Por eso sólo podía cultivar la belleza de puertas para adentro, si lo hacía para cruzar el lumbral de su hogar la lujuria la estaría acompañando.
Un ´papel importante tuvo la iglesia para controlar y reprimir el comportamiento de las mujeres. Siempre el dedo acusador apuntaba al sexo femenino. Los índices de violación en esta época eran altos, la violación era considerada un insulto que vivía el cuerpo de la mujer, pero no era una deshonra a la familia. Ante un hecho consumado de violación la mirada inquisidora caía sobre la mujer, no sobre el violador. Esta simple lectura de esa realidad muestra a las claras el lugar que ocupaba la mujer en el entramado social. Si seguimos avanzando en la condición social en la que se encontraba la mujer debemos detenernos en el adulterio femenino.
La mujer adúltera manchaba para
siempre el honor de la familia y la deshonra caía sobre ella y sus familiares. En
esta sociedad patriarcal el adulterio de la mujer era sumamente repudiado
porque ponía en tela de juicio la paternidad de los hijos. Durante la Alta Edad
Media, este adulterio era condenado con la muerte. La Iglesia Católica va a
hacer escuchar su voz a través de San Agustín, defendiendo la fidelidad y
atacando al adulterio que ponía en riesgo al matrimonio.
Lamentablemente la presión social y religiosa hacía responsable a la mujer para que el matrimonio sea indisoluble. Como hemos adelantado anteriormente; sólo una mujer bella frenaba el deseo desenfrenado de los hombres por otras mujeres. Ellas son las que darán al matrimonio hijos bellos y aptos para la vida social. Si el matrimonio no podía tener hijos no se cuestionaba al hombre, siempre la culpable era la mujer, pues Dios le dio la sublime misión de la procreación.
La unión matrimonial potenciaba la relación asimétrica entre los hombres
y las mujeres, los primeros amparados por un marco jurídico y religioso, y las
segundas totalmente desamparadas.
En 1255 la Universidad de Paris, centro
intelectual más importante de la época toma como fuente a los filósofos griegos
para analizar las cualidades de los machos y hembras de las diversas especies.
Los intelectuales de esa prestigiosa institución llegaron a la siguiente
conclusión respecto a la especie humana; la mujer se encontraba en una
condición de inferioridad en relación con el género masculino. Si analizamos
fuentes literarias y documentales de los siglos XIV y XV nos muestran un hombre
superior y de cualidades casi perfecta.
La esterilidad era causal de divorcio y de
repudio social. Otro motivo de separación legal, lo encontramos en la actitud del
esposo que podía acusar a su esposa de tener conductas indeseables y solicitar
el divorcio, además de abandonarla la despojaba de todos los bienes. El hombre tenía la
responsabilidad de velar por la conducta correcta de todos los miembros de la
familia. Estaba aceptado socialmente la violencia física y psicológica como
herramienta de educación y socialización. El hombre tenía un abanico amplio de
argumentaciones para solicitar el divorcio.
Frente a las demandas excesivas de pedidos de
divorcios, a partir del año 1200 la iglesia defiende y apoya la indisolubilidad
del matrimonio.
La práctica matrimonial había sido heredada del
Imperio Romano y las autoridades católicas veían en ella, una forma de defender
la monogamia y un freno al exceso de la vida sexual. La lucha de la Iglesia
Católica por frenar el adulterio masculino de los sectores de poder fue
compleja y difícil. Hasta los primeros momentos de la Alta Edad Media, reyes y
nobles solían tener una esposa y una amante, esa realidad estaba socialmente
aceptada. Cuando la religión católica logró atravesar las prácticas sociales e
imponer su doctrina hubo una notable disminución de esta costumbre patriarcal.
¿Por qué la Iglesia católica valorizó tanto al
matrimonio?
La iglesia supuso que el matrimonio evitaría
la poligamia, el casamiento entre parientes, separarse, volverse a casar y el
concubinato. El fin del matrimonio para la mujer era el de la procreación. En
este mandato social, la mujer continuaba en un plano inferior. A modo de
ejemplo veremos que el castigo al hombre adultero se limitaba a una sanción
espiritual, sin embargo, la mujer adúltera recibía penas económicas y el
repudio social. Era moneda corriente obligar a la mujer adúltera caminar
desnuda por las calles, mientras le lanzaban objetos en señal de rechazo.
Sánchez Herrero, especialista en esta temática
afirma que la mirada que tenía la Iglesia sobre la mujer era muy hostil. La
mujer pecadora recibía castigos físicos y psicológicos, hay registros
históricos de mujeres encerradas o recluidas de por vida.…” Las
mujeres o casadas o soltera que vivían públicamente con adúlteros o concubinarios,
si amonestadas por tres veces no obedecieran; serán castigadas a oficios por
los Ordinarios del lugar, con graves penas”1
La teoría que sustentaba el poder religioso
sobre el sexo femenino era contradictoria, no dudaban en afirmar que la mujer
era buena, pero como continuadoras del pecado de Eva, incentivaban a las malas
acciones. La mujer era considerada bella, pero esa belleza alentaba a los malos
pensamientos y a la tentación. No dudaban en que podían amar, pero advertían
que el amor femenino era propenso al amor carnal.
Si queremos profundizar el origen de la situación de inferioridad en que se encontraba la mujer medieval, observaremos en el dogma católico, una de las tantas razones: Eva había sido creada a partir de la costilla de Adán, en definitiva, la mujer procede del hombre, poniéndola en una condición subalterna respecto a este.
En esta sociedad patriarcal la línea que separaba a las mujeres pobres de
la prostitución era muy delgada, para una mujer de “bien”, no había peor
insulto que ser confundida con una prostituta. Las legislaciones de los
diferentes ayuntamientos obligaban a las prostitutas a usar un distintivo. Esta
pequeña lectura nos da un panorama preciso del nivel de exclusión que vivían
las prostitutas.
En este análisis de la mujer española durante
la Edad Media, no podemos dejar de lado el tema de la prostitución, para ese
caso nos limitaremos al espacio geográfico que ocupaban Valencia, Barcelona y
Murcia.
1-Candou Chacón, M.(2007)” Disciplinamiento
católico e identidad de género. Mujeres, sensibilidad y penitencia en la Edad
Media”, España, Universidad de Huelva. Pag244.
El común denominador entre estas ciudades
mencionadas respecto a la prostitución, consistía en que todas la toleraron
como un mal necesario, porque permitía proteger el honor de las mujeres
decentes.
Como hemos dicho en párrafos anteriores la
pobreza era un factor determinante para que las mujeres vendieran su cuerpo y
así poder subsistir. Formaba parte del paisaje social que los padres o maridos
vendiesen a hijas y esposa para que se prostituyesen. Estos jefes de familias
pasaban a vivir como proxeneta.
El crecimiento urbano incentivo el aumento de la
prostitución, por ese motivo las autoridades civiles declararon a la
prostitución como un servicio público y en consecuencia dictaron ordenanzas que
institucionalizarán, fiscalizarán y ordenarán la prostitución urbana.
Generalmente los burdeles se ubicaron en zona de mucho movimiento: en la zona
de las ferias, en las entradas o salidas de los ayuntamientos, cerca de las
plazas y en otras zonas productivas. Ante el aumento de los disturbios, robos y
hechos de suma violencia los centros de prostitución fueron llevados a barrios
cerrados. Se levantaron murallas y se dejaba un solo acceso a la ciudad.
El negocio era tan rentable que los municipios
españoles comenzaron a manejar directamente los burdeles, en el siglo XVI en
Sevilla las autoridades mandaron a construir 15 burdeles. Pero el tema que nos
convoca es el de la mujer española medieval, por eso cabe hacernos una pregunta
¿Cuál era la situación de las prostitutas?
Vivían en una total exclusión, no se les
permitía salir de los barrios cerrados, a pesar de la resistencia que
realizaron. Si llegaban a ejercer su profesión fuera del lugar permitido, los castigos
físicos eran insoportables. Salir del lugar cerrado significaba exponerse a una
verdadera aventura, quedaban expuestas a robos, violaciones, agresiones físicas
y verbales. Nadie las podía auxiliar porque el delito lo cometían ellas que
rompieron las reglas al salir del barrio asignado, para ejercer la
prostitución.
La violencia física era un mal que perseguía a
las prostitutas, sufrían violencia por parte de padres y maridos para que se
prostituyeran y una vez prostitutas, las calles de la ciudad eran propensos
escenarios para sufrir violencia por parte de los delincuentes y de sus
clientes.
Los barrios cerrados dedicados a la
prostitución se transformaron en lugares seguros para las mujeres que
trabajaban con sus cuerpos. Las ordenanzas municipales obligaban a los
meretricios a darles ropa, comida, seguridad y un sueldo.
La iglesia católica tuvo una mirada cómplice
respecto a este tema, sólo alzó la voz para que las autoridades confinaran y
aislaran a las prostitutas a los burdeles, garantizando la moral de la
comunidad sagrada. Fue tal la presión de las autoridades católicas que en
Murcia una ordenanza de 1444 establecía que toda prostituta que era encontrada
ejerciendo su profesión fuera de los burdeles debía recibir 50 azotes.
En este breve recorrido que hemos realizado
por la sociedad medieval para conocer la realidad que vivía la mujer, nos
permitió observar como la sociedad patriarcal en la que el sexo femenino estaba
enquistado le quitó todo tipo de derecho, relegándola a un segundo plano. No
podemos pasar por alto el rol de la Iglesia Católica como reguladora de las
acciones cotidianas de las personas. Fue la institución religiosa la que
elaboró el argumento jurídico, social y religioso que colocaba a la mujer en
una penosa situación de inferioridad.
Para apoyar la breve conclusión a la que
arribamos, cerraremos el presente trabajo con una reflexión de Santo Tomás
respecto a la mujer:
“Para Tomás de Aquino, varón y mujer manifiestan
distintamente la racionalidad humana. La hembra-madre, razón material e
incorporada, se identifica con la naturaleza y semeja la materia prima. El
macho-varón semeja a la forma, encierra la plenitud del ser, e intenta ser una
razón pura y desincorporada separada de la naturaleza, y necesaria para
completar a la mujer. Axiológicamente, mujer es lo indecente, sucio,
moralmente, es el instrumento para hacer caer al varón en el mal, mientras que
el varón es el bien, lo apetecible, pues fue creado antes que la mujer para
significar su superioridad en dignidad y gobierno”2.
2-Pérez
Estévez ,A.(2009) “Tomás de Aquino y la razón femenina.” Maracaibo, Universidad
de Zulia.
Bibliografía:
Candou Chacón, M.(2007)” Disciplinamiento
católico e identidad de género. Mujeres, sensibilidad y penitencia en la Edad
Media”, España, Universidad de Huelva.
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Universidad de Zaragoza.
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razón femenina”, Maracaibo, Universidad de Zulia.
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