“SAN IGNACIO
DE LOYOLA Y LAS MISIONES JESUÍTICAS”
“El amor se
ha de poner más en las obras que en las palabras”.
San Ignacio De Loyola
La Compañía
de Jesús fue fundada por Ignacio de Loyola (Íñigo López de Loyola), nacido en
Azpeitia en el año 1491.Ignacio pertenecía a una familia tradicional del Valle
de Loyola , era el último hijo de una
prole numerosa cuya niñez transcurrió entre armas y oraciones.
Muerta su
madre en 1507 fue enviado por su padre a vivir con un noble de la corte
castellana. El joven vivió más de once
años en el pueblo de Arévalo con la familia
adoptiva. Allí aprendió el arte
de la guerra e incorporó el hábito por la lectura. En 1518 murió su protector y
pasó a formar parte de la corte militar de otro importante noble castellano.
España vivía momentos de violentas guerras intestinas y en ese ambiente bélico
la figura de Ignacio se destacó por su capacidad operativa .En 1521 resistiendo
una invasión de Navarrenses y de franceses fue herido en ambas piernas, lo que
le provocó una renguera eterna.
Un año después viajó a un monasterio
benedictino de Barcelona donde decidió dejar su envestidura militar y convertirse en religioso.Su entrega a Dios
estuvo caracterizada por un sacrificado voto de pobreza , en menos de un año
recorrió Roma Y Jerusalén con el objetivo de reafirmar el camino elegido .
Desde 1524 a 1527 residió en Barcelona y Salamanca estudiando latín y
realizando actividades solidarias. La necesidad de profundizar su vocación
religiosa lo llevó a Paris, lugar en donde vivió ocho años abocado al estudio
de teología y literatura.
En Paris se
rodeó de un grupo de compañeros entre los que se destacaron: Pedro Fabro, Alfonso
Salmerón, Francisco Javier, Rodrigues, Diego Laínez, y Nicolás de Bobadill ,
con ellos compartía ejercicios espirituales
y sueños religiosos.
Su formación
militar y su vocación religiosa lo llevó a buscar un camino que le permitiera difundir
la doctrina católica, por eso no extrañó a nadie que viajara por Europa
tratando de conseguir ayuda económica para materializar el objetivo.
En 1534 fundan con sus amigos “La Sociedad de
Jesús”, más tarde llamada “La Compañía de Jesús”. Sus miembros decidieron
viajar a Tierra Santa para reafirmar su fe y ponerse al servicio del Papa.
Corría 1538 cundo el Papa Pablo III les permitió ordenarse sacerdotes (en
Venecia), durante ese año el religioso se dedicó a realizar acciones solidarias y ejercicios
espirituales en Manresa. Antes de iniciarse la nueva década del siglo XVI la constitución jesuita
fue aprobada por el Papa.
Una vez
organizada la Compañía de Jesús fue elegido Superior General y su primera medida fue enviar a sus amigos
por toda Europa a fundar escuelas, universidades y seminarios.
El papel de
los jesuitas fue determinante para frenar el avance de los protestantes .Se
convirtieron en el estandarte de la fe católica y en el escudo defensor del
papado.
En el año
1551 San Ignacio percibió que su salud se deterioraba por ese motivo pidió ser
reemplazado en el cargo, pero su solicitud fue rechazada. Pasaron varios años y
su enfermedad le fue ganando la pulseada; el 31 de Julio 1556 murió en la sede jesuita de Roma.
La acción de
los jesuitas no se limitó al espacio europeo, a medidas que aumentaba el número
de religiosos también aumentaba el número de misiones en todo el
mundo. Doscientos años después de su creación; la orden llegaría a suelo
argentino.
Los jesuitas
se ubicaron en el nordeste de nuestro país y en los territorios linderos
pertenecientes a los estados de Paraguay,
Brasil y Uruguay desde principios de siglo XVII hasta 1768 en
que fueron expulsados. Fundaron 30 pueblos,
el primero fue San Ignacio
Guazú ubicado en suelo paraguayo en 1609. El extraordinario trabajo de misioneros
de la talla de Romero, Torres, Lorenzana y Saloni transformó la selva misionera
en un espacio social, económico, cultural y religioso merecedor de todo tipo de reconocimiento.
Las misiones formaban parte de una organización
internacional de carácter vertical, cuya suprema autoridad era el “general”
(elegido de manera vitalicia). La macro organización se distribuía a lo largo y
ancho de los diferentes continentes. La Orden
Jesuita fundaba provincias dirigidas por provinciales (funcionarios
designados por el general).Las provincias se dividían en juridicciones menores.
Las misiones
levantadas en territorio argentino dependían de la provincia de la Provincia
del Paraguay y el provincial residía en Córdoba, lugar donde se encontraban los
depósitos generales. El provincial tenía la obligación de recorrer las
juridicciones e informar al General sobre la situación de la provincia que
tenía a su cargo. Debajo del provincial
en esta región se encontraba el Superior de las Reducciones del Paraná y
Uruguay con residencia en La Candelaria. El Superior contaba con la ayuda de un
vice-superior; ambos religiosos se rodeaban de asesores expertos en
diferentes cuestiones.
El pueblo
jesuita se dividió en grupos, cada grupo contaba con un superintendente y un
cuerpo de asesores que velaba por sus
intereses. Si bien los pueblos tenían independencia económica existía una
coordinación entre aquellos que estaban relacionados. Las relaciones eran
acordadas por un procurador de la misión; escoltado por varios religiosos. Los
procuradores tenían la facultad de vender los productos que la reducción
producía y comprar los elementos que necesitaban. Los puntos comerciales por
excelencia eran Asunción, Santa Fe y Buenos Aires.
La vida
social, cultural, religiosa, espiritual y militar de los pueblos como la
administración de los bienes estaba a cargo de un religioso acompañado por
auxiliar, ambos religiosos dependían directamente del Superior. Por lo
descripto los religiosos eran los
conductores de la reducción; pero la máxima autoridad civil era el “cabildo”. A
la cabeza del cabildo se encontraba el “corregidor”, (presidente del
cabildo; cargo desempeñado por el cacique del pueblo). Los
demás funcionarios eran: el teniente gobernador, los alguaciles, el mayordomo y
el secretario; todos provenientes de la élite aborigen.
La ubicación
de las reducciones era celosamente estudiada; se buscaba que el territorio
responda a tres necesidades básicas: agua, árboles y tierra fértil. Por ese
motivo no debe sorprender observar que algunas poblaciones aborígenes fueron levantadas en zonas
alejadas de la costa del Río Uruguay (excepto,; Santo Tomé , Yapeyú y La Cruz). Las construidas al oeste del Río
Paraná por su lugar de privilegio tuvieron
un alto grado de evolución. Debido a la gran actividad comercial que estas
reducciones tenían llegaron a contar con alojamiento para los huéspedes.
Los
misioneros al levantar los poblados respetaron el modelo arquitectónico hispano.
Se marcaban las manzanas y en ellas se
levantaban viviendas, plazas, talleres. Al fundarse el pueblo cada aborigen recibía
una parcela de tierra que pasaba a ser
de su propiedad. La porción de tierra
era heredara por sus descendientes. Los
aborígenes tenían el compromiso no sólo de explotar su parcela sino además trabajar las tierras comunales,
que cubrían las necesidades de los desprotegidos.
La
producción de la reducción tenía carácter comunal, solían almacenarla en silos comunales; de allí se
entregaba a cada familia la parte que le correspondía .Parte de la producción
se destinaba a cubrir las necesidades de viudas y huérfanos; el excedente era
comercializado. Garavaglia especialista en el tema fue el primero en utilizar
el término:” modelo”, para explicar el modo de producción jesuita,
El cultivo
estaba perfectamente organizado; se cultivaba: mandioca, batatas, verduras, frutales.
La explotación de la yerba mate de destacaba por sobre todos los demás cultivos
por las ganancias que aportaba.
La actividad
ganadera permitía satisfacer necesidades internas de las misiones, llegaron a
explotar ovejas, caballos y vacunos. Los jesuitas participaron de las vaquerías
y fueron los responsables de dar origen a la actividad ganadera en el noreste de nuestro país.
Los
misioneros inculcaron a los indígenas la cultura del trabajo por eso no debe
sorprendernos la diversidad de talleres que existían en las reducciones: de
tinturas, de fabricación de cuerdas, de pintura, de herrería, de orfebrería, de
carpintería, de alimentos. Las producciones eran de excelente calidad y sumamente requeridas en el mercado de
Potosí. El alto nivel de los productos artesanales se debía a la creatividad que lograron sacar los religiosos del pueblo
aborigen.
En el siglo
XVIII las misiones poseían imprenta; los caracteres tipográficos y la tinta
fueron fabricados por los aborígenes.
Otro aspecto
necesario de caracterizar fue la formación
militar que se les dio a los habitantes
de las misiones con el objetivo de frenar las incursiones portuguesas (Los
portugueses invadían la región para conseguir
esclavos. Entre los años 1628 -1631 los mamelucos vendieron sesenta mil aborígenes
como esclavos). La instrucción militar
les permitió proteger sus bienes y los bienes
de la corona españolas, aunque no siempre con suerte. La expulsión de
los jesuitas dejó totalmente desamparados a los
aborígenes, quienes quedaron a merced de la crueldad portuguesa, muchos lograron escapar y volver a su vida primitiva .La
expulsión de los misioneros respondía a la reforma administrativa – religiosa
llevada a cabo por la Dinastía Borbónica.
Los Borbones
decidieron poner a la Iglesia Católica española bajo su autoridad, dándole un carácter nacional y restándole
poder al papado. Los jesuitas defensores a ultranza del Papa no
encajaban dentro nuevo esquema rea l. La Compañía de Jesús fue expulsada de
todos los dominios españoles. Pero además no son pocos los historiadores que
argumentan que la expulsión de los
jesuitas formaba parte de un pacto entre
la corona de Portugal y los flamantes reyes españoles, en donde ambos se beneficiaban:
los borbones se coronaban reyes de España y Portugal se quedaba con Colonia de
Sacramento y la libre explotación de esclavos en la región donde se levantaron
las misiones jesuíticas.
COMENTARIO
REALIZADO POR RICARDO ALBERTO CRUZ.
BIBLIOGRAFÍA
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